Este fin de semana he participado en un BioBlitz, que viene a ser una especie de maratón científica en la que a lo largo de unas intensas 24 horas, biólogos y simpatizantes se esfuerzan en hacer el inventario (lo más completo posible) de flora y fauna de una zona determinada. Ha sido una experiencia muy gratificante, enriquecedora y divertida a muchos niveles. El supuesto objetivo es encontrar e identificar cuantas más especies mejor, pero se trata de una actividad divulgativa, abierta al público, y que espera sobre todo promover el interés por el conocimiento de la biodiversidad y un acercamiento de toda persona interesada al trabajo de los biólogos. Este post es extenso y hay bastantes fotos (la mayoría tomadas por Alfie, otras sacadas de la página de Facebook del BioBlitz) que podéis ampliar pinchando si están en pequeñito y he decidido dejar las reflexiones sobre el valor educativo y divulgativo al final, aunque como las creo necesarias, os animo desde aquí a que saltéis hasta ellas si os cansáis antes.
Bueno, pues este sarao se organizó en el White Memorial, una finca situada en Litchfield, Connecticut, que celebraba con este BioBlitz el centésimo aniversario de su existencia. Se trata de una extensión forestal típica de Nueva Inglaterra (con bosques mixtos de planifolios y algunas masas de Tsuga canadensis bien conservadas), con muchos riachuelos, charcas y lagunas y algunas praderas. El entorno la verdad es que es estupendo y bien merece volver en otro momento para disfrutarlo sin prisas. Desde que el matrimonio White donó estos terrenos, la finca se ha destinado al ocio de los habitantes de la zona, y también a la educación ambiental y la investigación. Tiene un pequeño museo de ciencias naturales y unas instalaciones básicas tipo albergue que permiten alojar a grupos de estudiantes.
Paseando por el White Memorial
Por lo que he visto, los BioBlitz son actividades relativamente frecuentes en el mundo anglosajón, gracias a esa culturilla tan extendida del naturalismo amateur, así que a la gente del White Memorial se les ocurrió que esta era la mejor manera de celebrar el centenario y se pusieron en contacto con especialistas en todo tipo de organismos (algunos de ellos académicos y otros aficionados): insectos de todo tipo, arañas, otros invertebrados, peces, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, plantas vasculares, helechos, algas , hongos… Como el equipo en el que trabajo ahora había participado en saraos similares con anterioridad, se acordaron de nosotros para ocuparnos de los briófitos (musgos y similares). Yo al principio tenía mis dudas porque los únicos que estábamos de guardia estos días somos el otro postdoc y yo, y como ninguno de los dos somos nativos, no conocemos a fondo la flora de aquí, pero al final nos animamos, e hicimos bien.
Pistoletazo de salida
Aunque no se esperaba de nosotros que durmiésemos mucho (¡es una carrera contrarreloj!), nos alojaron en el albergue y nos dieron de comer muy bien, además de algunos recuerdos locales como una jarrita de sirope de arce y una camiseta. Además de los especialistas, había una serie de voluntarios que estuvieron trabajando durante todo el BioBlitz ocupándose de la logística, pero también ayudándonos con lo que pudiésemos necesitar.
A las tres y medias de la tarde del viernes se dio el pistoletazo de salida y cada cual salió a donde más le interesara. Lógicamente, el cómo hacer el muestreo depende de a lo que te dediques. En nuestro caso el factor limitante eran las horas de luz, pero los que trabajaban con anfibios estuvieron muy activos por la noche, atentos al croar de las ranas; los ornitólogos hacían escuchas y paseos a distintas horas del día o buscaban egagrópilas por el suelo; los entomólogos prepararon distintos tipos de trampas y no daban abasto con la cantidad de bichos que pillaban; los ictiólogos se montaron en una barca y tiraron de electro-fishing para hacerse con sus especímenes.
Cada especie cuenta en el BioBlitz: desde micromamíferos al fitoplancton, cada grupo biológico tiene sus propias técnicas
Trampa luminosa de insectos. Basta con iluminar una sábana blanca por la noche para atraer bichos a tutiplén
Una “víctima” del electro-fishing lista para ser añadida al inventario. Con las aves normalmente son suficientes unos prismáticos
Tanto los cazadores de libélulas como los micólogos se pusieron las botas
El moss team eligió pasar las horas junto a una charca de aguas ácidas y en el bosque maduro de tsugas. Encontramos, como era de esperar, muchas especies de musgos y hepáticas. Como es habitual en nuestro gremio, lo guardamos todo en bolsas de papel o sobres (anotando un número de recolección en ellas y en el cuaderno de campo con los detalles sobre la fecha, localidad y el hábitat) que permitan que la muestra se seque, pero no hay necesidad de prensar las plantas como les pasa a los de vasculares. Hay que decir que ni mucho menos conseguimos recolectar una representación completa de la flora del lugar: literalmente no había tiempo ni para explorar otros entornos diferentes que hubiesen albergado otros musgos, ni para identificar hasta nivel de especie todo el material recolectado.
El moss team en acción
Atrichum undulatum y Climacium americanum, dos caramelitos reconocibles en campo
Colectas del viernes, esperando ser procesadas
Los científicos teníamos a nuestra disposición un espacio (que cualquiera podía visitar para ver cómo trabajábamos) en el que procesar e identificar nuestras muestras. Esta parte fue muy divertida también. Mientras tú te ocupabas de lo tuyo, otros estaban trayendo hongos del bosque, identificando setas o preparando trampas Berlese.
Una trampa Berlese, que permite recolectar pequeños invertebrados de una porción de suelo, y la mesa de los odonatos
“Me encanta el olor a éter por las mañanas”
Hongos, plantas acuáticas… un no parar
Ahí, dándolo todo
En nuestro caso, para una identificación completa, hasta nivel de especie, de los briófitos, es necesario muy a menudo un examen al microscopio, por lo que raramente se pueden identificar en el campo (salvo que se conozca muy bien la flora local, que no era el caso). Se puede, sin embargo, llegar a género la mayoría de las veces, pero lo normal es que la asignación del nombre científico definitivo se haga en el laboratorio, así que la mayor parte de nuestro trabajo consistió en intentar identificar las muestras que habíamos recogido durante el día.
Identificando briófitos
Filidio de Plagiomnium cuspidatum y comunidad de Dicranum montanum y Nowellia curvifolia
El sábado fue el día que estaba especialmente pensado para la visita del público en general. De forma paralela al trabajo de muestreo e identificación, se había montado en una sala distinta una especie de exhibición con los hallazgos del BioBlitz, dispuestos en unas mesas colocadas un poco como un árbol filogenético: muestrario de setas, orugas de distintas mariposas, acuarios con peces y cangrejos, bichos de pelo y pluma disecados, ranas, salamandras, etc. Además había una ilustradora científica inmortalizando algunos de los especímenes.
Muestrario de orugas y el acuario
De todo un poco
Los de hongos se lo curraron mucho
Al mismo tiempo, por toda la finca se desarrollaban otras actividades y talleres (estaciones de escucha de aves, paseos guiados y actividades como intentar inventariar todos los organismos que viven en un tronco muerto).
Nosotros hicimos nuestra parte preparando un pequeño muestrario en nuestro espacio asignado con los musgos y hepáticas más vistosos o más fáciles de identificar.
La respuesta del público es de estas cosas que te vuelven a reconcilian con tu trabajo. Estás acostumbrado a vivir en tu laboratorio-burbuja, a espaldas de todo lo demás, sumido en un mundo de índices de impactos y becas financiado con el dinero de los impuestos del ciudadano medio. Es difícil hacer el ejercicio mental de salirse de esa burbuja e intentar ponerse en la piel de quien lo ve desde fuera; da la sensación de que es necesario un trabajo inmenso de divulgación y de explicación que justifique por qué merece la pena el estudio de la diversidad y evolución de los briófitos. Dicho sea de paso que los musgos nunca son la estrella de la fiesta en un sarao de este tipo: la competencia por la molonidad con los pájaros, las mariposas o las flores es una batalla perdida, aunque quizá a la vez pueden resultar toda una rareza en la que mucha gente nunca se ha parado a pensar. Por ese motivo se me enternecía el corazón cuando me llegaba un visitante y me hacía preguntas incisivas sobre cuál es la diferencia entre un liquen y un musgo, o cuántas especies de musgos hay.
Lo cierto es que sí que hubo mucha gente que se pasó a vernos trabajar y que vio su curiosidad satisfecha. En estas circunstancias basta dejar ver al visitante un “paisaje briofítico” a través de una buena lupa binocular. La primera vez que lo haces es impresionante, como sobrevolar un bosque fantástico y salvaje. El mensaje que me gusta transmitir en este momento es que todo es cuestión de escala, lo que de lejos parece una uniforme cubierta verde puede ser en realidad una selva estructurada y exótica, con sus propios habitantes tanto vegetales como animales y sus propias dinámicas. Pasan desapercibidos únicamente porque son muy pequeños para nosotros, pero contribuyen a la riqueza biológica de muchas maneras. Si hay interés y posibilidad es interesante mostrar dos muestras distintas, para que se compruebe que efectivamente, bajo la ambigua y genérica denominación de “musgo” hay en realidad mucha tela que cortar. Además no es nada raro que se dejen ver pequeños artrópodos o moluscos que le añaden cierta gracia a la experiencia.
Distintos “paisajes” briofíticos que se pueden encontrar en madera muerta, incluyendo una babosa que pasa por allí
Según se acercaba el plazo final, todos íbamos poniendo al día nuestras listas. En nuestro caso fueron 36 especies de briófitos (un número reducido pese a todo, por las razones que ya comenté… ¡aunque ganamos a los líquenes, nuestros eternos rivales! Mbuahahaha), y tras una dramatizada cuenta final el BioBlitz llegó a sumar 931 especies en total.
Alfie, ayudante de categoría, pasando a limpio la lista final de briófitos, un poco antes del debriefing previo a la recopilación conjunta de todas las especies del BioBlitz
Resumen de las especies inventariadas por grupos taxonómicos y de trabajo (acabo de darme cuenta de que no había lepidopterólogos, qué cosas)
De nuevo: esa cifra no representa ni de lejos lo que seguramente habrá (hay muchos factores limitantes a tener en cuenta, como el tiempo y la disponibilidad de especialistas de determinados grupos), pero en el fondo esto era la excusa para pasarse un día completo disfrutando del estudio de la biodiversidad. Lo dicho, estupenda experiencia, que da lugar a un par de reflexiones necesarias:
Da la sensación de que el trabajo de campo y el contacto directo con las especies y su identificación está en decadencia. No hay más que fijarse en los planes de estudio de las carreras de biología en las que las salidas al campo se reducen constantemente, y los calendarios académicos se hacen incompatibles con ellas. Es triste ver cómo los estudiantes de biológicas o ambientales entran en la universidad cada vez con menos vocación campera, que la desarrollan poco durante sus estudios en parte por falta de oportunidades y salen de la universidad con lagunas que deberían hacer replantear muchas cosas sobre la planificación de estas carreras y su “encorsetamiento” en calendarios estandarizados. Hay que insistir en que para muchos tipos de biólogo salir al campo no es un capricho ocioso, es el primer paso para realizar su trabajo. Nunca se debe olvidar que por muchas colecciones que haya y por muchos extractos de ADN, los organismos son entidades reales que viven ahí fuera, que interactúan, se reproducen y evolucionan. Saber acercarse a ellos y reconocerlos es un aspecto científico imprescindible , no una actividad de tiempo libre (aunque por supuesto se pueda disfrutar mucho).
Por desgracia, uno de los muchos defectos de los mecanismos modernos por los que se rige la investigación científica también penaliza el trabajo de campo. Este es un aspecto en el que me gustaría extenderme en alguna ocasión, pero basta con recordar que un trabajo como el catálogo florístico o faunístico de un área determinada cada vez resulta más difícil de publicar en revistas “de impacto”, pese al trabajo que requieren. Resulta curioso, sin embargo, el reconocimiento de los meta-análisis ecológicos que desentrañan patrones de la biodiversidad a gran escala, así como otro tipo de estudios que pueden aportar información sobre los cambios generados por el calentamiento global; este tipo de estudios dependen en última instancia de personas que van al campo, recolectan especímenes e identifican las especies y no podrían realizarse sin ellos. Sin embargo, la penalización que recibe esta investigación de base no hace sino aumentar. Y no hay que olvidar además el ingente y muy necesario trabajo que se hace fuera de lo que es estrictamente investigación, como por ejemplo las evaluaciones de impacto ambiental y la gestión de los espacios naturales dedicados a la conservación, donde un buen conocimiento directo de la biota local es insustituible.
Supongo que si estáis leyendo un bloj como este no tengo que insistir en que estos son temas serios, y no preocupaciones de “abrazadores de árboles”. Por ello, también en el mundo de la divulgación es necesario insistir en el papel fundamental que supone este tipo de conocimiento, sin relegarlo a un segundo plano, y francamente, me ha parecido que esto del BioBlitz es quizá la mejor actividad divulgativa que se puede hacer para acercar al público esta faceta de la biología. Las posibilidades son interminables para el visitante, no sólo puede familiarizarse con las especies de su entorno cercano y sorprenderse por lo diverso que es, sino que el contacto con los científicos materializa la retroalimentación necesaria que da sentido a la divulgación. He sentido una auténtica esquizofrenia durante el BioBlitz, porque aunque me gustaba estar en mi papel de botánico, a la vez me moría de ganas por disfrutar de todo: irme a ver pájaros o a buscar libélulas.
Ha sido extraordinario ver la dedicación de los naturalistas aficionados, de todas las edades, con un conocimiento tremendo, capaces de quedarse hasta la madrugada identificando escarabajos o trayéndote muestras para la colección. Me ha encantado también ver la participación de profesores de instituto, muchos acompañados de sus alumnos a los que contagiaban el entusiasmo con el que se interesan por todo tipo de organismos y dedicando de forma desinteresada su tiempo a hacer posible el evento. Y por último me ha emocionado ver a niños pequeños boquiabiertos mirando a través de un microscopio; me daban envidia (de la sana), pensando en lo que hubiese disfrutado yo a esa edad en un evento como aquel. ¿Cuántas vocaciones pueden nacer de una experiencia así? ¿Cuántas conciencias preocupadas por la conservación del entorno pueden despertarse? Viene muy bien salir de la burbuja de vez en cuando y preocuparse por un impacto en cierto sentido mucho más relevante que el de las revistas científicas.
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