Reuniendo toda mi fuerza de voluntad, voy a continuar con la serie de naturaleza cubana (comentadme un poco, para animarme a terminarla, que estoy mayor). Os recuerdo de la primera parte que esta serie la estoy haciendo de memoria, sin mi cuaderno de campo (que se quedó en Madrid), que han pasado ya siete años desde mi visita a la isla y que se hace lo que se puede, así que va a ser un poco desastre, pero allá vamos.
Valle de Viñales
Para esta segunda entrega he reservado la visita a dos zonas de la isla bastante diferentes, cada una con sus propios encantos: Viñales y la Península de Zapata.
Valle de Viñales
Viñales es un pueblo de la provincia de Pinar del Río muy agraciado paisajísticamente y muy visitado sobre todo por la presencia de sus famosos mogotes, unos grandes montículos calizos muy característicos. El área de Viñales, como la mayor parte de la isla, disfruta o padece, según se mire, de un clima cálido de lluvias estacionales (con una estación lluviosa y otra seca).
Los famosos mogotes de Viñales
La vegetación consistía originalmente en un bosque tropical más o menos deciduo, pero gran parte del valle está cultivado, así que aunque en las zonas más inaccesibles (los mogotes, mismamente) aún conservan en mayor o menor medida esta vegetación, en realidad lo que vemos es un mosaico con distintos usos agrícolas y forestales. Merece mucho la pena darse unos buenos paseos por la zona tanto para tomar contacto con la flora cubana como por conocer de primera mano algunos productos que nos resultan muy familiares pero que no solemos ver en nuestras latitudes.
Secadero de tabaco. Al fondo se ve un bosque secundario con representantes de la flora nativa
El bosque tropical, refugiándose en las inaccesiblesparedes de los mogotes
La mayor parte del terreno está dedicada al cultivo del tabaco (Nicotiana tabacum), y de hecho la mayor parte de los visitantes que llegan aquí están especialmente interesados en conocer todo el proceso de fabricación de los puros habanos y tal, así que este es el lugar para los fumadores. Además se pueden ver otros productos interesantes como el mango (Mangifera spp.), la guayaba (Psidium guajava), el plátano (Musa paradisiaca), la piña (Ananas comosus) o el café (Coffea arabica).
Planta de café y una piña creciendo en las huertas de los habitantes de Viñales. Productos muy habituales en nuestra cesta de la compra pero que quizá no estemos muy acostumbrados a ver “en la mata”
Obviamente, muchas de estas cosechas, por no decir todas, son introducidas de otros lugares, por ejemplo, el mango lo introdujeron los portugueses en América en el siglo XVIII desde sus colonias asiáticas y el café es originario, como deberíais recordar, de Etiopía. Y es que las zonas antropizadas de los trópicos se vuelven, antes de darnos cuenta, en un popurrí de especies de origen incierto en las que hasta la famosa Mimosa pudica (la planta que cierra las hojas cuando la tocas) es una mala hierba. Las vallas están pobladas de plantas como el cundeamor (Momordica charantia), una cucurbitácea de origen asiático, la sarbadera (Hura crepitans), una euforbiácea de la América continental, o incluso bambú.
Cundeamor (Momordica charantia) y sabardera (Hura crepitans)
En medio de todo este caos biogeográfico de introducciones, tranquiliza ver que el que se considera “árbol nacional” sí que es, al parecer, una especie autóctona de las Grandes Antillas: la palma real (Roystonea regia), inconfundible por la gran vaina verde visible en la parte superior del tronco, y que veremos creciendo por frecuencia por toda la isla. Ya comprobaremos cómo la elección de la flor nacional no fue una decisión tan acertada.
La palma real, visible por toda la isla y muy fácil de identificar gracias a la vaina verde en en el extremo del “tronco”
Aunque el paisaje está, como digo, muy antropizado, sí que se pueden encontrar algunos elementos de la flora nativa. Aquí fue, por ejemplo, donde vi mis primeros Ficus tropicales, con sus característicos troncos que parecen tener contrafuertes en la base, y mis primeras bromeliáceas silvestres, epífitas sobre las ramas de los árboles (por ejemplo, del género Tillandsia). Sin embargo, también me llamó la atención la presencia de algunos elementos holárticos que sorprende ver en pleno Caribe: los pinos, que dan nombre a la provincia (hay, creo, un par de especies de las que recuerdo Pinus caribaea), e incluso un roble (Quercus cubana).
Tillandsia creciendo sobre los árboles
La vista al área de los mogotes permite ver algo de fauna. En las zonas encharcadas del valle se ven ardeidas y limícolas (como las cigüeñuelas), y posados en los árboles se encuentran con facilidad a los llamados judíos (Crotophaga ani). Entre otras aves comunes que irán saliendo más adelante, también pude ver en Viñales (aunque no tengo foto que lo atestigüe) al cartacuba (Todus multicolor), el representante de los tódidos en Cuba. Los tódidos son unos pajarillos endémicos de las Antillas que han nacido de procesos de especiación alopátrica, de forma que cada gran isla del Caribe tiene hoy en día su especie particular. Esto recuerda superficialmente a otros casos muy célebres como los pinzones de las Galápagos.
Los judíos (Crotophaga ani) se distribuyen por gran parte de la Amazonía, además de estar presentes en las Antillas
Entre la fauna que nos dio la bienvenida en Viñales hay que añadir a los ubicuos anolis, unas lagartijas que los cubanos llaman “chipojos” y que se dejan ver con frecuencia. En Cuba hay un buen puñado de ellos, y no es de extrañar, ya que tengo entendido que el género Anolis es posiblemente el género de vertebrados más rico en cuanto a cantidad de especies (cientos de ellas). Son fundamentalmente neotropicales, y su rasgo quizá más característico es el uso del pliegue gular (o “pañuelo”) como forma de señalizar el territorio o como advertencia. Vi bastantes anolis durante el viaje, y después de muchos intentos fallidos conseguí esta foto (en la Habana) de uno de ellos exhibiéndose.
Anolis porcatus, pillado in fraganti mostrando el pliegue gular. Una foto que se resistió hasta el último día del viaje
Aunque tampoco tengo imágenes del momento, otro de los recuerdos que tengo de esta zona fue el de presenciar la salida simultánea de miles de murciélagos de una cueva justo después del atardecer. No recuerdo el nombre de la cueva, pero es un fenómeno bastante conocido, y si preguntáis por la zona seguro que os saben decir cómo llegar.
Península de Zapata
La Península de Zapata, en la provincia de Matanzas, es uno de los destinos obligados si se quiere hacer ecoturismo en Cuba. Se trata de una extensión inmensa, y en su mayor parte aún salvaje, cubierta de bosque deciduo tropical, pantanos y marismas. Se trata de uno de los entornos cubanos con mayor riqueza y biodiversidad; es simplemente espectacular. Durante mi visita apenas exploré los alrededores de Playa Larga (que tiene además el aliciente del buceo en Bahía de Cochinos que reseñé en la primera parte), pero me dejó más que satisfecho con todo lo que se puede ver por la zona. Si el visitante está especialmente interesado en aves, creo que la mejor época para visitarla es noviembre, pero mejor contrastarlo.
Pista atravesando el bosque cerca de Playa Larga
Zona empantanada en la Península de Zapata. Las palmeras que se ven creo que son del género Sabal
Incluso en los alrededores de Playa Larga el visitante tiene la oportunidad de combinar la visita a zonas boscosas con otras más bien de pantano. Esta transición playa-pantano-bosque es una de las características de la zona, (muchas de estas zonas boscosas se inundan con frecuencia) y no es raro ver movimientos entre ellas. En las áreas de bosque se ven a menudo unos enormes cangrejos (Gecarcinus ruricola) que corretean también por carreteras y caminos. Al parecer, se reúnen todos para desovar en el agua en un momento concreto del año en lo que tiene que ser todo un espectáculo, si bien muchos de ellos mueren atropellados.
Gecarcinus ruricola. Identificación gracias al comentario de Ornithorhynchus furens (el comentarista, no el monotrema)
La ciénaga de zapata es además famosa por albergar las mayores poblaciones de cocodrilo cubano (Crocodylus rhombifer), una especie anteriormente distribuida por el sur de Florida y el resto de las Antillas pero que hoy está restringida a unas pocas zonas de cuba y considerada en peligro de extinción. Es curioso, sin embargo, que en Playa Larga sea muy fácil verlos en cautividad (además de un pequeño zoo hay un vivero de cocodrilos que surte a un restaurante local (esto sí que me quedé sin probarlo). Localmente, en Zapata, parece que el cocodrilo cubano goza de muy buena salud también en libertad, donde comparte nicho ecológico con el cocodrilo americano (Crocodylus acutus) de distribución más amplia.
Cocodrilos cubanos (Crocodylus rhombifer) en cautividad
Otros herpetos endémicos que se pueden ver por la zona son la rana platanera (Osteopilus septentrionalis, endémica de las Antillas pero invasora en otras áreas americanas), o ranitas del género Eleutherodactylus (literalmente: “de dedos libres”, quizá porque las membranas interdigitales parecen poco desarrolladas). En Cuba hay algunas serpientes, como por ejemplo el majá bobo (Tropidophis melanurus), también endémica de la isla.
Enorme rana platanera
Majá bobo y ranita del género Eleutherodactylus
Zapata es, sobre todo, el lugar ideal para ver aves. Voy a incluir algunas de las que conseguí fotografía, tanto especies comunes de la isla (y de regiones colindantes) como endemismos cubanos. Aunque no conseguí fotografía, no hay que olvidarse de que en Cuba habitan de forma regular dos especies de colibríes (llamados “zunzunes” por los cubanos), y que uno de ellos es el ave más pequeña del mundo: el zunzunzito (una pocholez de nombre, pero conocido entre los ornitólogos como Mellisuga helenae).
Aura tiñosa (Cathartes aura), uno de esos “buitres del nuevo mundo” que veo hoy día incluso en Connecticut
Gallito de río (Jacana spinosa)
Un sijú platanero (Glaucidium siju), un pequeño búho endémico
Carpintero churroso (Colaptes fernandinae), no sólo es endémico de la isla, sino que además es vulnerable según la IUCN. Tuvimos mucha suerte en avistarlo
Y quiero cerrar este episodio precisamente con una especie de ave, tan espectacular como única: el tocororo (Priotelus temnurus). El tocororo es el ave nacional de Cuba, endémico de la isla y elegida como tal, dicen, porque en su plumaje están los colores de la bandera cubana. Pertenece a la familia de los trogónidos, una exclusiva estirpe de aves tropicales que incluyen a los trogones y los quetzales, con unas 40 especies. El canto del tocororo, por suerte, es uno de los sonidos que se escuchan por toda la isla, y toda una especie bandera de la riqueza natural de Cuba.
Y con esto cerramos el segundo capítulo y os animo a que pronto me acompañéis a las montañas cubanas para visitar las pluvisilvas montanas.
———
La naturaleza de Cuba contada para europeos
1. Introducción. La costa
2. Viñales. Península de Zapata
3. Pluvisilvas montanas
Archivado en: Ciencia y naturaleza
