Ayer pude poner una cruz bien gorda en la interminable lista de avistamientos pendientes que tiene todo biólogo que se precie: fue la primera vez que vi cangrejos cacerola en libertad. Los cangrejos cacerola (o cangrejos herradura), son sin ninguna duda unos de los artrópodos más inconfundibles y carismáticos con los que tenemos la suerte de convivir, y a poco que los conozcas, no podrás evitar sentirte totalmente fascinado por ellos. Hay tantas cosas que decir de ellos que no sé ni por dónde empezar, pero al final me he decidido por mostrar el grabado de Haeckel en Kunstformen der Natur para que quienes no sepáis lo que son (¿en serio?) os hagáis una primera idea de su pinta como nos pasó a la mayoría de nosotros la primera vez: viendo un dibujo y preguntándonos si eso existía de verdad.
Vista dorsal y ventral de un cangrejo cacerola. No me cabe duda que Giger (q.e.p.d.) se inspiró en él para el facehugger
Lo primero que habría que tener claro a partir de este momento es que los cangrejos cacerola, no sólo no son cacerolas, sino que, aunque vivan en el mar y tengan más pinzas que la cuerda de tender la ropa, tampoco son cangrejos. En realidad pertenecen al linaje de los quelicerados (los artrópodos que en lugar de antenas tienen como primer par de apéndices unas pincitas -o pinzazas- llamadas quelíceros), el mismo linaje que hoy incluye a los arácnidos (arañas, escorpiones y otros artrópodos sin antenas). Los cangrejos en sentido estricto son crustáceos, y por lo tanto tienen, entre otras cosas, dos hermosos pares de antenas, algo que nunca veréis en los cangrejos cacerola.
Pero los cangrejos cacerola no son quelicerados cualquiera, sino que pertenecen a un linaje prácticamente extinto y muy, muy antiguo: el de los merostomados. Los merostomados fueron probablemente los primeros quelicerados que aparecieron en los océanos, y existen al menos desde hace 450 millones de años. Esta noble estirpe incluía a los monstruosos euriptéridos, probablemente los mayores artrópodos que jamás vivieron en nuestro planeta, y a los propios cangrejos cacerola (o xifosuros) que siguen confiando en el mismo plan anatómico desde el Silúrico. El hecho de que haya fósiles de xifosuros tan antiguos contribuye a generar un halo merecido de misterio y “fósil viviente” alrededor de estos falsos cangrejos, aprecio que crece aún más al enterarnos de que, a pesar de haber sobrevivido lo que euriptéridos y trilobites no pudieron, hoy en día sólo contamos con cuatro especies vivas de este añejo y fascinante clado: una en las costas Atlánticas de Norteamérica y tres en las del este y sureste asiático.
Con estos precedentes no os extrañará que cuando alguien mencionó en el departamento la idea de irnos de excursión a la playa a ver cangrejos cacerola no dudé en apuntarme. He visto cangrejos cacerola en acuarios algunas veces, pero ¿Cómo perder la oportunidad de verlos en libertad?
Los cangrejos cacerola viven la mayor parte del año en la plataforma continental, así que es difícil verlos en la costa, excepto cuando se reproducen, ya que ponen los huevos en las playas. Como hacen otros organismos para asegurar el éxito de la freza, los cangrejos cacerola suelen poner los huevos todos a la vez, sobrepasando la capacidad engullidora de los depredadores, y esto da lugar a auténticas orgías de frenesí reproductor apreciadas en documentales y en la sala de guionistas de Futurama.
Todos estábamos pensando en lo mismo, así que lo he puesto
Anoche era uno de los momentos críticos para ver el espectáculo: la combinación de la marea viva con la subida de la temperatura del agua en primavera. Aunque nunca se sabe con precisión cuándo va a ocurrir, pues el intervalo puede abarcar varios días, la quedada se hizo para la marea alta del atardecer del día 13 en Napatree Point, Rhode Island (una lengua de arena en la boca de la bahía de Long Island).
El éxito de la aventura fue moderado: no vimos una gran orgía quelicerada (quizá hubiésemos tenido más suerte la noche siguiente, y creo que esta zona tampoco tiene una densidad de xifosuros como en estados más al sur), peeeero, no fuimos hasta allí en vano y de hecho sí que pudimos encontrar varias parejas de cangrejo cacerola muy acarameladas, esperando quizá formar una masa crítica para salir en tropel a la superficie.
Con todos vosotros: el cangrejo cacerola atlántico, Limulus polyphemus.
¡Son de verdad!
Encontramos un total de cinco parejas, especialmente después de la puesta de sol. Casi siempre vagando lentamente por el fondo, muy cerca de la superficie, el macho sobre la hembra. A veces se atrevían a salir fuera del agua, pero por lo general en cuanto les daba demasiado la luz de la linterna decidían que no era plan ponerse tiernos con tanto público, daban media vuelta y volvían a sumergirse. La mayoría de los ejemplares tenían una surtida comunidad epizoica de cirrípedos, moluscos y algas creciendo sobre ellos. En general eran de movimientos muy lentos, sobre todo fuera del agua.
Pareja saliendo del agua. Una hembra enorme con un macho agarrado detrás
Como era de esperar en un grupo de biólogos, acabamos manipulando a algunos de estos bichos, entre otras cosas porque algunos estaban marcados y numerados para algún tipo de estudio y ya que estábamos se podía recuperar esa información, pero reconozco que también nos podía la sensación de tener uno de ellos en las manos. Me llamó la atención que son mucho más pesados de lo que parecen, y muy torpes. Es muy facil cogerlos por los bordes del cefalotórax y son totalmente inofensivos (siempre que tengas cuidado con el télson -la cola-, que parece pensada para sacarte un ojo). Muchos de vosotros entenderéis lo orgásmico que fue darles la vuelta y verles ese par de quelíceros.
Xifosuro fastidiado (un ratito sólo) por una horda de biólogos. A la derecha se ve que la hembra está marcada con una etiqueta numerada circular
Vista ventral de una hembra y un macho (¿Quién se acuerda de cómo se distinguían los sexos?). Se ven muy bien los quelíceros en ambos. Gallifante para el que acierte qué es toda esa espuma que está soltando el macho
En fin, que fue una noche memorable incluso aunque no nos sincronizáramos con el apareamiento masivo, que quizá esté teniendo lugar mientras escribo estas líneas (y que según dicen se repite una segunda vez en la próxima luna llena).
Hay algo muy lovecraftiano en que unas criaturas cubiertas de algas salgan de las profundidades oceánicas a las costas de Rhode Island una noche de luna llena, pero ¿No son una ricura?
Un par de chascarrillos más que no pueden obviarse: la hemolinfa de los cangrejos cacerola es apreciadísima por las farmacéuticas para realizar distintos tipos de tests. Los amebocitos de la hemolinfa de estos xifosuros tienen una actividad inmunológica muy particular y por ello se pueden usar para detectar bacterias Gram negativas incluso en cantidades muy pequeñas. Al parecer no existe ningún reactivo conocido que facilite el mismo uso, por lo que hay que extraerla de animales vivos. Esto hace posibles imágenes tan impactantes como esta:
Hemolinfa de Limulus (de color azul mimosín, cortesía de la hemocianina) drenada directamente de sus corazones dorsales para extraer los amebocitos. (Fuente)
Según la IUCN el cangrejo cacerola atlántico no está amenazado, pero sí que ha sido objeto de caza indiscriminada en el pasado, por ejemplo para usarlos como fertilizante y como alimento para pollos (!). Por suerte, cada vez se valora más, al menos en el caso de Estados Unidos, que estos bichos tan extraños como fascinantes sigan reproduciéndose en masa con tranquilidad, y al parecer se está trabajando para conseguir una alternativa sintética a sus amebocitos. Sus generosas puestas son además una importante fuente de alimento para los limícolas costeros, al menos durante unas cuantas noches al año de banquetazo monumental.
Otro chascarrillo: hoy sabemos que los linajes atlántico e indo-pacífico de xifosuros modernos divergieron, probablemente, en el Cretácico. Limulus es el único superviviente en el hemisferio occidental, mientras que el linaje asiático se ha diversificado más recientemente originando las tres especies restantes: Tachypleus gigas, T. tridentatus y Carcinoscorpius rotundicauda.
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¡Bonus track! Por si acaso os lo preguntábais, los cangrejos cacerola se comen en algunos lugares de Asia. Al parecer distan mucho de ser un manjar y apenas tienen “chicha”, pero los ovarios de las hembras sí que atraen a algunos gourmets orientales. El paleontólogo Richard Fortey, eminencia mundial en el campo de los trilobites, cuenta en un libro que una vez decidió probarlos estando de viaje en algún país asiático (que no recuerdo) ya que “era lo más parecido a comerse un trilobites” (esto es muy discutible, pero bueno), sin embargo no pareció fascinar a su paladar occidental. En mi caso, no me importa no habérmelos comido, pero me quedé más que satisfecho con haberlos visto de cerca en los preparativos de su gran noche, esperemos que llena de sexo invertebrado.
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