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Channel: Diario de un copépodo
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El día de la Buxbaumia

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Una entrada breve para hacer constar un agradable encuentro botánico del fin de semana pasado. Helo:

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Estos pirinchuflos tan salaos son esporófitos de Buxbaumia aphylla, una especie de musgo bastante singular y, al menos para mí, rara de narices: esta es la primera vez que la veo en el campo (si no contamos un individuo chuchurrío en Carolina del Norte). Si bien está presente en España, sólo se da en los Pirineos, donde según me han contado, no es precisamente fácil de encontrar. Aunque también en estas longitudes tiene fama de ser escurridizo, se trata de un musgo ampliamente extendido por el hemisferio norte, presente tanto en Eurasia como en América del Norte. Sin embargo, su ciclo de vida corto y su preferencia por hábitats efímeros (suelos desnudos y madera en descomposición) la convierte en una especie un tanto vagabunda e impredecible.

OLYMPUS DIGITAL CAMERALa característica asimetría de la cápsula permite que el tamborileo de las gotas de lluvia ayude a dispersar las esporas cuando éstas maduran y la cápsula se abre.

Hay un par de chascarrillos curiosos sobre Buxbaumia, el primero de ellos tiene que ver con esa pinta marciana que muestra: cualquiera que haya reparado en un musgo echará en falta en Buxbaumia las estructuras fotosintéticas (el equivalente a las hojas y los tallos), que en estos pirinchuflos no aparecen por ninguna parte. En los musgos típicos, sin embargo, son las estructuras dominantes, y sólo cuando se produce la reproducción sexual aparecen los esporófitos. Buxbaumia es uno de esos casos extremos de reducción anatómica. El esporófito resulta desproporcionadamente grande para un gametófito prácticamente inexistente, reducido a unos rudimentos casi microscópicos, inconspicuos y atrofiados.

bartramia

Bartramia pomiformis. Como recordatorio, esto suele ser un musgo habitual: un “césped” fotosintético con estructuras a modo de hojas (generación gametofítica) del que salen unas cápsulas pedunculadas (generación esporofítica) cuando ha tenido lugar la reproducción sexual. En el interior de las cápsulas se producen las esporas.

El otro chascarrillo (Según leo entre líneas a Crum en Mosses of the Great Lakes Forest) es que Buxbaumia quizá sea una de las poquísimas ocasiones en las que un botánico se dedicó una planta a sí mismo. Yo creía que sólo Linneo había mostrado ese nivel de modestia desmedida, pero a partir de ahora tendré que recordar también a Johann Christian Buxbaum por esta notable hazaña (todo ello a pesar de no haber encontrado ni un triste retrato en Google Imágenes). Buxbaum era un médico, botánico y viajero del siglo XVIII que fue invitado por el zar Pedro el Grande a dar clase en San Petesburgo. Durante sus tripazos asiáticos recolectó el curioso musgo cabezón cerca de la desembocadura del Volga en 1721, y lo describió siete años más tarde. Al parecer quiso colar el nombre de Buxbaumia excusándose en la sana intención de dedicárselo a su padre que, mira tú qué casualidad, tenía el mismo apellido que él. Demostrando un rostro quizá algo menos marmóreo que el de Linneo, no llegó a formalizar ese bautismo, sino que el suizo Albrecht von Haller lo hizo por él en 1744. Como era habitual en tiempos pre-linneanos, circularon toda una serie de nombres alternativos para el mismo género, como Hippopodium y Saccophorus, pero al amigo Buxbaum acabó saliéndole bien la jugada, ya que Linneo adoptó el nombre propuesto por Haller (curiosísimo teniendo en cuenta que Haller, al parecer, era contrario a la nomenclatura bonomial) y de esta forma fue reconocido a su vez por Hedwig en Species Muscorum (la obra que marca el pistoletazo de salida de la nomenclatura de briófitos y que lo hizo oficial).

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Hay que reconocer, todo hay que decirlo, que Buxbaum en 1721 sí que interpretó correctamente estos organismos como lo que son: musgos. Haller y otros siempre creyeron que eran algún tipo de hongo, y es que la ausencia de grandes estructuras fotosintéticas es muy mosqueante, porque se supone que los esporófitos de los musgos son dependientes para su desarrollo del gametófito, que los nutre y los mantiene la mayor parte de su vida. ¿Cómo puede vivir un esporófito tan cabezón sin el sustento “materno”? Mucho se ha escrito sobre la posibilidad de que estemos ante una de esas plantas que ha perdido su independencia autotrófica y que necesita de la simbiosis con hongos para nutrirse, pero para mi sorpresa, es un asunto que aún está por responder de forma definitiva, porque también es cierto que las cápsulas de Buxbaumia son verdes en un periodo de su desarrollo, y quizá no totalmente dependientes.

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Hale, eso es todo por hoy.


Archivado en: Ciencia y naturaleza

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