Es lunes y tenemos especie nueva. ¿Qué será, será? Alegría, alboroto, perrito piloto, redoble de tambores….
Rhacophorus helenae sp. nov.
Pues sí, una preciosa rana voladora vietnamita. Más maja que las pesetas, ahí, toda tan pancha. Las llamadas ranas voladoras del género Rhacophorus se llaman así porque al parecer se tiran desde las alturas con las palmas abiertas, de forma que las membranas interdigitales se encargan de realizar una, supongo, dudosa labor planeadora. Siempre me acuerdo de que Wallace (que está de aniversario en 2013) descubrió durante sus viajes por el archipiélago indomalayo una de estas ranas que aún hoy se sigue apodando “rana de Wallace” (R. nigropalmatus), así que ¡razón de más para acordarnos de ella durante toda la semana!
Cosas importantes de esta rana: la acabamos de conocer, no hace ni unos meses que ha sido “presentada en sociedad” y ya está en peligro de extinción. Tan sólo se conoce su existencia en dos localidades boscosas próximas a Ciudad Ho chi Minh y a un tiro de piedra de un paisaje fuertemente antropizado y en vías de deforestación. Severo recordatorio de que las amenazas a la biodiversidad pueden ser tan acuciantes que las especies desaparezcan antes de ser descubiertas.
Y una cosa más. Existen como 80 especies conocidas de ranas voladoras asiáticas; debe haber un buen berenjenal ahí montado. Es el típico contexto en el que se espera que haya especies crípticas, es decir, especies que son tales por cumplir determinados criterios pero que son morfológicamente indistinguibles. Es entonces cuando llega salvadora y triunfante la filogenia molecular y reconoce distintos linajes aislados, se publica como un nuevo caso de complejo críptico y blablabla y todos tan felices. No, no, no ¡NO! Así no se hacen las cosas. Casi con seguridad se esá abusando del recurso de las especies crípticas como una solución muy fácil.
Las especies crípticas hay que testarlas como cualquier otra hipótesis de trabajo. Muchas veces se publican descubrimientos de supuestas nuevas especies crípticas, insondables e indetectables sin un laboratorio de biología molecular con su ultrasecuenciador de 125.000 dólares, cuando nadie se ha molestado en comprobar si realmente, son morfológicamente indistinguibles. Dar por crípticas especies que no lo son es una chapuza. La mayor parte de las veces el nuevo descubrimiento quedará fuera del alcance de muchos profesionales “de campo”, aparte del resto de la sociedad, y a menudo las nuevas especies ni siquiera reciben nombre, perdiéndose en el limbo sin ser reconocidas en ningún listado oficial o base de datos taxonómica.
¡Mal! ¡No hay que dar nada por supuesto!, ni siquiera la indistinguibilidad de las ranas voladoras porque, amigos, esta pedazo de rana es perfectamente distinguible a simple vista, por morfología de toda la vida. De entre todas las ranas voladoras es la más grande y es la única de las de gran tamaño que tiene el dorso verde, sin manchas, y el vientre blanco. Así de simple. Resulta que cerca de la ciudad más populosa de Vietnam había una rana voladora sin describir, abierta de patas a la espera de que un herpetólogo la mirase con detenimiento. ¡Ni Illumina ni gaitas!, ¡primero hay que mirar a los organismos y estudiarlos bien y luego ya veremos! Los autores, aunque no se esmeran mucho, también hacen una comparación de distancias genéticas entre el ARNr de la nueva rana y la de su prima más próxima, porque cuatro ojos ven más que dos y siempre hay que emplear tantas fuentes de información como se pueda y necesite. Así sí. Bastante problemáticas son ya las especies crípticas de por sí como para engordar esta categoría con taxones que no lo merecen, cuyo único pecado ha sido no recibir una reevaluación morfológica debida.
Referencia
Agradecimiento especial a Jorge Mederos, que enlazó un artículo en Mongabay en el que contaban el descubrimiento de la rana.
Post sobre Wallace en la edad dorada (e ingenua) de Diario de un copépodo
Wallace, la película, en LEET MI Explain
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